martes, febrero 20, 2007

Poetas olvidados

Vendrás alguna vez


Si supieras que estoy solo
entre tanta y tanta gente,
si supieras que estoy triste
mientras ríen locamente;
tengo todo y me parece
que sin vos no tengo nada...
y en la noche atormentada de mi amor,
te pregunta temblando mi voz.
Vendrás alguna vez... decime.
Vendrás por el camino de mi soledad.
Ya no me importa lo que dirá la gente
ya ves, humildemente te pido que volvás.
Vendrás alguna vez... mentime.
Mentime si es que nunca... nunca volverás.
Porque prefiero vivir de esa mentira,
que andar tras de la muerte sabiendo la verdad.
Tu pasado me persigue,
tan tenaz como la sombra,
y en la noche solitaria
oigo al viento que te nombra.
Yo te llamo en mi amargura
aunque nadie me conteste,
y es inútil que proteste, mi rencor
es más fuerte que todo mi amor.



L. C. Amadori

viernes, febrero 16, 2007

Lo puede creer o no.

Causa estupor en muchas personas el ver encadenados a tres muchachos en el programa de TV el Gran Hermano.
Pero ¿realmente esto es nuevo? o como se dice: ¡TODO ES COPIADO!
Y así es: nada hay nuevo bajo el sol.


"En su retiro de Capri incluso tuvo la idea de instalar un local de con divanes, lugar de secretas obscenidades, en el que grupo de muchachas y jóvenes libertinos reunidos de todas partes e inventores de cópulas carnales monstruosas, a los que llamaba spintries unidos de tres en tres..."

(Extractado de Vida de los doce Césares, Suetonio, pág. 150, Editorial Juventud, Provenza 101, Barcelona, España) (el destacado en negrita es mío). En la Nota aclaratoria de la Pág. 170 dice: Palabra al parecer derivada del adjetivo griego que significa: sjigctoz atado, ligado.

Me olvidaba... El Emperador Romano era Tiberio César Claudio Nerón, gobernó durante 23 años, vivió entre 41 aC y 37 dC.

Así que como ven: Nada nuevo hay bajo el sol.

Lo pueden creer o no.

jueves, febrero 15, 2007

Oliverio y su famoso POEMA 12

POEMA 12

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.

Seguimos con Oliverio

NO SE ME IMPORTA UN PITO...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.