miércoles, diciembre 13, 2006

HISTORIAS (I)

HISTORIAS

El río discurría lento y cansino. Como ayer lo había visto. Como mañana. Como desde el principio de los días. Como siempre. Sin importarle nada más que el discurrir, ajeno a su derredor.Allá abajo.

Descendió lentamente la colina. Se sentó sobre la verde pradera, para pensar mejor. Muy pronto sus pensamientos lo llevaron lejos, muy lejos...

Más lejos aún de las tierras que, con dolor conoció en la guerra. Rememoró aquellos días y el dolor de ser herido en la misma. Ahora era mucho peor que en aquellos tiempos previos. Ahora estaba no solo Carmelina, sino que se habían agregado más bocas para comer, Luiggi, Michelle, Giusseppe, Vizentino. Muchas bocas para aquel lugar tan escaso de tierras y esperanzas.

El agua cantaba aquella música alegre que surgía desde que tenía memoria, Al arremolinarse, saltar y jugar entre los cantos rodados del fondo del río.

No era la primera vez que se separaba de Carmela. La guerra lo había echo antes..

Tendrían que sobreponerse nuevamente. Sí estaba decidido. En el pueblo se conversaba, primero a hurtadillas, luego, se conversó entre los más cercanos, y luego, a decidirse. Ha tomar una decisión. Aquello no daba para más. Si bien disponían de tierra, cabras, dos vacas, y un burro, no alcanzaba.

Su decisión lo puso alegre. Sí, marcharía con algunos paisanos a la Argentina. Sería

duro.

Aquella noche, después de cenar y cuando los hijos dormían, se lo dijo a Carmela.

Ella terminaba de lavar y acomodar la vajilla. El puso a calentar agua. Se acercó a

ella que estaba de espaldas, la hizo girar, y mirándole a los ojos dijo:

-Me he decidido, Carmela, marcho a la Argentina.

Dos lágrimas surgieron de aquellos ojos tan, pero tan queridos.

-Vicenzo, mio caro, si así debe ser, será.

Se abrazaron profundamente. El agua, comenzó a hervir.

-Facciamo un caffe. Bebbiamo insieme. Zito, zito.

La noche fue noche y dolor profundo. Luchar sola con aquellos chiquillos, y sola.

Sola.

Se levantaron con la aurora y fueron con la dulzura que eran capaces en aquellos momentos dando la noticia a sus hijos en aquella mesa que los había reunido para el desayuno.

Llegó el tiempo de la partida. Y con ella se cumplió.

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